miércoles, 3 de octubre de 2018




Cultura trans, espacios de socialización e identidades no normativas.

Subjetividad, Reconocibilidad, Reconocimiento, Socialización, Traducción, Cultura Trans.



Nac Bremón, para la revista “Numen” nº 74, del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya – Delegació de Tarragona



Las identidades trans* son representaciones transgresoras que cruzan de manera transversal el imperio del género tradicional cuestionando su existencia y la naturalización del mismo. Son formas de significarse que ponen en evidencia aquellas conductas que repetidas regularmente han creado hábitos que dan lugar a formas de exclusión, opresión y desigualdad, justificadas a través del tiempo por una supuesta condición innata. La subjetividad y la performance de género de la que parten estas identidades junto con la representación que hacen de sus expresiones para el reconocimiento social, abren nuevos caminos en la comprensión del sistema binario de género (hombre/mujer) y posibilita la desarticulación en la manera tradicional de entender su estructura.



Estas identidades no normativas se enuncian desde diferentes espacios y se formulan generalmente en base a la diferencia entre sexo y género y en las conexiones que produce esta relación. Algunas identidades se significan desde un paradigma biomédico en el que operan formas esencialistas que tienen que ver con lo biológico, tanto en sus caracteres comunes como en el resultado de sus “fallos”, dando lugar a alteraciones o “anomalías” que pueden ser corregidas por la medicina para “solucionar el problema”; otras lo hacen desde la comprensión performática de la cuestión a través de una base constructivista de carácter social basada en el aprendizaje y la repetición; y como otra posibilidad, entendiéndose como el resultado de una compleja fórmula en la que intervienen diferentes factores biológicos, psicológicos, vivenciales, sociales y culturales relacionados entre sí y con diferentes grados de incidencia. En cualquier caso, explicadas siempre en términos de una determinada cultura y de las verdades producidas por esa cultura, sin perder de vista las intersecciones que cruzan la existencia de cualquier sujeto en su condición identitaria.



Algunas personas opinan que ser trans* no es una identidad y si bien es cierto que solo es una característica más dentro del conjunto de significaciones que contrae por sí misma la identidad, su posicionamiento frente a una sociedad organizada desde un determinismo biológico de género, le otorgan una extensión y una repercusión mucho mayor de la que tiene por sí misma. Transcribo aquí unas palabras de Chimamanda Ngozi Adichie1, mujer activista feminista nigeriana, en una conversación en el CCCB en octubre de 2017 con la periodista Anna Guitart. Ngozi, cuenta que nunca se sintió negra hasta que llegó a estudiar con 18 años a la universidad en EEUU y fue consciente en primera persona de lo que significaba el color de su piel en un país blanco, con políticas, leyes y estructuras blancas. Fue entonces cuando, tras una respuesta inicial de rechazo a su propia condición, se convirtió según sus palabras, en una mujer negra. "En EEUU te imponen una identidad y la única alternativa es abrazar tu auténtica identidad o luchar contra ella. Entonces un día dije, soy negra y estoy feliz de serlo, lo abrazo. Ahora es una identidad, tengo una identidad negra. Es una identidad política. No es una identidad que tengan mis familiares y amigos en Nigeria porque no se ven así mismos desde un punto de vista negro al no haber tenido que hacer frente al racismo." Ngozi, comenta que para estas personas que ejercen racismo, directa o indirectamente, lo negro es negro sin posibilidad de matices, se pregunta cómo hay personas que piensan que no existan diferencias entre ellos haciendo referencia a una anécdota en la que un compañero de conferencia la confunde con otra ponente y se disculpa diciendo que todas las mujeres negras parecen iguales. 



La perspectiva que tienen las personas que nunca se han cuestionado su género respecto a las identidades no normativas es exactamente la misma. No entienden de diferencias en cuanto a las formas de significarse y las necesidades que puedan existir respecto a lo trans* y tienen la firme creencia de que las personas trans* son todas iguales. Por ello y por otros motivos que más adelante se mencionan, se les aplican protocolos médicos de investigación y respuesta, que legitima la identidad trans* en una única forma de ser, hacer y sentir en su afán de homogeneizar y controlar la diversidad normativa y establecer cuotas aceptables de diferencia dentro de la norma. Las personas que no se cuestionan el género impuesto piensan que son diferentes y se enorgullecen de ello, pero ven a las personas trans* todas iguales en sus identidades, necesidades y deseos, ¿es la reconocibilidad de la "diferencia”, un privilegio o un derecho? Paradójicamente la diversidad se convierte en un privilegio identitario al ser reconocido por la norma y negado a la diversidad, en este caso, trans*.



Valor social, reconocimiento y dispositivos sociales



Independientemente del origen o causa del hecho trans* mencionados al inicio, los diferentes desafíos que estas identidades representan respecto a las identidades normativas son sus valores más relevantes. La posibilidad de transitar entre géneros cuestiona la idea de que a un sexo le corresponde un género concreto según sus características anatómicas, lo que a su vez neutraliza el discurso esencialista del género y el sexo como algo fijo, estático y permanente en el tiempo. Las identidades trans* son por tanto identidades en las que la masculinidad y la feminidad fluyen en espacios transitables, permeables y no definidos y cerrados. Esto permite cuestionar a su vez el binomio hombre/mujer como sistema que excluye todo aquello que no pertenece a estas categorías poniendo en evidencia el carácter naturalizado que se le otorga.



Partiendo de la firme creencia en la importancia de mantener estos valores de diversidad como parte de la aportación positiva que pueden hacer estas identidades a la sociedad, me parece interesante reflexionar sobre diferentes puntos que no siendo necesariamente negativos corren el riesgo de contribuir al boicot de la diversidad positiva como el gran valor que estas identidades pueden aportar. Se nos plantean preguntas sobre cómo los espacios de socialización creados en los diferentes contextos trans* facilitan o no las demandas colectivas a favor de condiciones más habitables y mayores posibilidades de auto determinarse; cómo amplían imaginarios que favorezcan la reconocibilidad de las identidades en espacios públicos para que puedan ser socialmente incluidas; cómo las estrategias utilizadas pueden persistir en las formas más tradicionales o por el contrario trabajan a favor de legitimar la diversidad inherente a ellas; cómo operan en los procesos de reconocimiento social estos espacios y si supone, de manera consciente o inconsciente, el sometimiento de las personas a las categorizaciones que aseguran una identidad social reconocible y sostenible; qué papel ocupan estos espacios en cuanto a la dimensión social de la normatividad que está presente en el escenario del reconocimiento, teniendo en cuenta que previo a éste existen toda una serie de normas que actúan produciendo identidades normativas y no normativas y que establecen si será posible el encuentro entre ambas formas o no; y por último, si estos espacios son lugares en los que es posible una apertura crítica al poder social que los condiciona, legitima y agrede.



Estrategias de reconocibilidad2,3 de las identidades trans binarias y no binarias.



Cuando quiero describir una identidad binaria, esto es, femenina o masculina / mujer u hombre, lo hago recurriendo a un lenguaje que contenga palabras que puedan describir algo que ya existe, es decir, podría describiros a la persona que pasa en este momento por mi lado como una persona segura de sí misma, con barba, alta y grande, de ademanes bruscos y decididos, voz grave, nariz prominente, manos grandes, etc y sería fácil reconocer que esa persona es un hombre. Esta definición está cargada de modos estereotipados en las formas en las que yo podría describirla y en las estrategias a las que yo recurro para hacerlo. Cuando yo entiendo que esa persona es aparentemente un hombre inmediatamente busco la manera de adecuar mis observaciones a tal categoría para poder expresarla. No me fijaré en sus posibles rasgos neutros, ambiguos o más femeninos, aspectos que seguramente tenga (sean o no visibles) pero que podrían crear interferencias en lo que yo trato de comunicar. Iré directamente a describirlo a través de aquellas determinaciones sociales que me aseguren el éxito de la inteligibilidad por parte de los demás y reafirmen mi creencia. Mi lenguaje y la descripción que hago a través de él se reduce y se adecúa en pro de un objetivo, eliminando e invisibilizando todo aquello que pueda interferir o confundir. Son formas de comunicación estratégicas que proponen un encuentro común en base al orden y al control social tanto como ejercen la represión e inclusión con carácter obligatorio y normalizante. Muchas personas trans*, socializadas en los mismos espacios que cualquier otra persona y disponiendo de los mismos lenguajes tanto verbales como no verbales recurren a esta estrategia social y utilizan las mismas pautas y registros a la hora de expresar su identidad. Los espacios de socialización trans tienen cierta tendencia en perpetuar estas estrategias. Utilizar la misma simbología y lenguaje local/cultural a la hora de representar tu género, te asegura inteligibilidad y reconocimiento desde tu identidad colectiva pero sacrifican tus diferencias, esas valiosas diferencias que te proporcionan identidad propia.



En muchas ocasiones estas formas trans esencialistas producen personas aparentemente “cis2 exitosas” que son asimiladas e incorporadas socialmente, pero no siempre estas expresiones binarias estratégicas responden a identidades binarias (no todas las personas trans* que expresan su identidad en masculino/femenino lo son en la manera tradicional) y ahí está donde la estrategia repercute negativamente en las maneras transgresoras de expresar identidades no normativas, porque la repetición de estas estrategias crean hábitos o modos en la socialización y en nuestra comunicación que finalmente determinará la realidad en la que vivimos y las identidades que construimos.



En todo este panorama emergen identidades trans* no binarias que se representan o se expresan a través de la fusión entre características socialmente comprendidas como femeninas que interactúan en un mismo espacio y al mismo tiempo con sus opuestas comprendidas como masculinas y a la inversa. Son identidades que van más allá de su expresión y que para ser se contruyen desde lo que no son o desde lo que rechazan. Identidades no binarias que a través de sus expresiones binarias se deconstruyen y se fragmentan desestabilizando estructuralmente el sistema sexo y género binario. Las identidades no binarias son actualmente un “work in progress” del género en cuanto a sus descripciones, porque el género de las personas evoluciona mucho más rápido que su lenguaje. Las formas se legitiman solo cuando pueden ser descritas por un lenguaje comprensible para todos, de lo contrario, crean caos, miedo y rechazo.



La respuesta social de represión y control para estas nuevas formas de ser no normativas son múltiples y especialmente agresivas. Por un lado, se intenta re direccionar estas identidades incluyéndolas en los cauces normativos mediante tácticas violentas como el rechazo, la patologización, la exclusión, el insulto y la agresión, la invisibilización, la negación de derechos, etc. Y por otro, creando y exigiendo protocolos de legitimación a través de distintos actores sociales como son el aparato científico, legal, político y social para acceder a su certificación social.  



La necesidad de incluir estas nuevas formas junto con la incapacidad de no poder describirlas a través del lenguaje común se resuelve entendiéndolas, en primer lugar, desde lo que no son. Este acto por sí mismo plantea la posibilidad de crear nuevas palabras que amplíen un vocabulario que se ha quedado pequeño. La historiadora Karo Moret3 propone un acto de creatividad y entendimiento para entender aquello que no se nombra o sobre lo que no existe narrativa en palabras, que consiste en utilizar otros lenguajes alternativos y mucho más libres para poder favorecer espacios en los que surjan nuevas maneras de nombrar. De esta manera, acompañados por otras formas de expresión artística como pintura, escultura, música, danza, cómic, literatura, poesía, arquitectura, etc3, funcionarán como agentes que posibiliten describir aquello que todavía no vemos o que vemos pero no sabemos describir a través de las palabras. Estos a su vez, permite generar nuevas narrativas que den lugar a un nuevo lenguaje y formas sociales más evolucionadas, inclusivas y justas para todes.



Atendiendo también a la propuesta de Masha Gessen4, ejercitar la imaginación como herramienta para buscar caminos alternativos o crearlos, encontrar palabras que nos permitan describirnos no tanto en cuanto a lo que producimos sino en cuanto a lo que somos, que nos describan en cuanto a la riqueza de nuestras diferencias y no solo en lo común, encontrar una forma de educarnos en el respeto hacia la diversidad en vez de disciplinarnos en las normas a través de penalizaciones, y generar otras múltiples maneras de poder hacer, ser y sentir que nos acojan a todes5 y sirvan de inspiración a les que vengan. Entendiendo que existen soluciones válidas que han sido formuladas desde diferentes espacios e incluso a través de voces legitimadas por los propios poderes, la pregunta es ¿conviene?, y en caso de no ser así, a quién no conviene y porqué, y cuáles son sus consecuencias.



Subjetividad trans, reconocibilidad y reconocimiento6



Hasta hace muy pocos años las identidades trans* sufrían conflictos graves de reconocibilidad. Expresiones como “hombre con falda”, “mujer con barba”, “personajes de circo”, “travelos”, “esperpento”, etc… eran utilizados socialmente por aquellas personas ajenas a la cuestión trans* para referirse a las personas trans*. Es decir, no eran reconocidas (en cuanto que validadas) por ellos y por tanto eran identidades que aun existentes, no habían sido asimiladas por la sociedad en la medida de lo que eran. La reconocibilidad 7 pues, en su enorme importancia, está relacionada con la capacidad que tienen las personas para hacer que su identidad sea leída y entendida correctamente. Esto a su vez posibilita el reconocimiento que ocupa un lugar fundamental en el proceso de subjetivación y construcción de la identidad, pues a través de éste, el sujeto encuentra la posibilidad de establecer una relación positiva consigo mismo y con su entorno sabiéndose respetado por él.



Siguiendo una idea de Judith Butler, la socialización implica aprender una serie de recursos que nos ayuden a representar el género de una manera inteligible para el resto. Estas normas de género que aprendemos a través de la socialización en los espacios trans y/o no trans están relacionadas con la manera en la que aparecemos públicamente y con las repercusiones que esta aparición conlleva. Son normas que surgidas del sistema normado y binario de género, determinan quién es sujeto de pleno derecho y quién no en la sociedad, es decir, quién será estigmatizado, quién podrá acceder a una atención sanitaria o quién será rechazado, quién tendrá derecho a ser protegido por la ley o quién será perseguido por ella, quién será objeto de fetichismo y consumo, quién podrá acceder a un puesto laboral, etc…



Actualmente en las unidades hospitalarias de identidad de género (Uigs8), toda aquella persona trans* que no responda a los perfiles tradicionales de hombre/mujer (estamos hablando de expresión, rol y orientación sexual) quedan excluides de la atención pública sanitaria para personas trans*. Expresiones emitidas por profesionales de la Uigs tales como “esto no es un circo” para referirse a las formas diversas en las que se presentan las identidades no normativas absolutamente legítimas, marcan el acceso o la privación a la atención sanitaria pública y gratuita en tu condición trans.



¿Qué ocurre con esas formas de género que no responden a las normas que la sociedad puede fácilmente entender y  reconocer, y cuál es el papel y la responsabilidad de estos espacios sociales respecto a las nuevas expresiones?



Hay una idea que desarrolla Butler, que habla de cómo se reivindica un derecho que no tienes, cuando no tienes derecho a reivindicar. La respuesta es ejerciéndolo, es decir, ejerciendo públicamente ese derecho para manifestar y hacer evidente que no lo tienes. A tal efecto, me sugiere cómo podría resolverse el conflicto de la ininteligibilidad de las identidades no normativas o su falta de reconocibilidad social, o planteado desde otra perspectiva, cuáles son los espacios que podrían funcionar como agentes sociales en la difusión e inclusión de estas nuevas formas. ¿Cómo se reivindica una identidad no reconocida socialmente como verdadera y legítima?. Si lo llevamos al género y a la importancia del reconocimiento o legibilidad de nuestros géneros, la solución podría pasar por ejercer y situar tu identificación de género con sus códigos resignificados en esos espacios trans en los que se validan las identidades trans*. Estos espacios de socialización harán el papel de traductores en el proceso de externalización de estas nuevas maneras de expresar y leer la identidad, porque como dice Gayatri C. Spivak, el acto de la traducción cultural (en este caso de la cultura trans) es la manera de traer una nueva forma de entendimiento.



En función de esto y respecto al tema de la reconocibilidad o inteligibilidad de los nuevos géneros, el papel de los espacios colectivos trans de socialización tienen por tanto una gran relevancia. Estos espacios, que son las ollas donde se cuecen hábitos y costumbres trans, generan cultura trans, que a su vez servirá de traductor cultural a través de recursos como jornadas, talleres, exposiciones, fiestas, charlas, debates, etc. para que las nuevas identidades trans* puedan ser reconocidas socialmente e interpretadas en sus formas correctas. De esta forma, y funcionando por tanto como agentes productores de identidades reconocibles, deben constituir espacios respetuosos con la diversidad en todas sus formas; teniendo la responsabilidad de posibilitar escenarios que acojan aquellos géneros que no son tradicionalmente binarios y por tanto no son inteligibles en sí mismos socialmente, e insertarlos en el imaginario de la población común para que puedan ser reconocidos, deseados, aceptados y tratados como sujetos de pleno derecho.



Pero estos espacios de socialización que funcionan a modo de dispositivos sociales pueden posibilitar o entorpecer la creación de identidades no normativas que disponen de escasos referentes, ya que estos espacios repercuten enormemente en la significación y simbología individual y colectiva. Desde ese lugar, la subjetividad en la construcción identitaria condicionada por estos dispositivos de socialización que posibilitan nuevos ideales y generan modos de ser, sentir y estar en el mundo, no siempre fluyen a favor de la diversidad y el respeto a la diferencia.



Espacios de socialización trans.



La manera en la que percibimos como se va sucediendo lo cotidiano, cómo se generan cambios en la mentalidad del colectivo, cómo simbolizamos y damos sentido a nuestros actos y maneras de entendernos, cómo significamos y adecuamos el lenguaje, cómo reconstruimos las narrativas pasadas en función del discurso presente, no es algo fácil de percibir. Son formas que vamos naturalizando e integrando en nuestro día a día individual y colectivo hasta convertirlo en una verdad, en algo fijo y próximo a lo común a fuerza de costumbre y repetición.



Uno de los primeros conflictos que atraviesa la vivencia trans* procede de la necesidad de reconocimiento como integrante del grupo de iguales. Esto es, la necesidad de que aquellos a los que tú consideres tus iguales te reconozcan como persona trans*. Pero antes incluso de que un tú reconozca a un yo y a la inversa, debe haber una previa auto reconocibilidad y es, en esta fase de confusión y dudas, en la que se suele tomar contacto con las asociaciones y otros grupos de apoyo.



Los espacios de socialización trans operan como dispositivos sociales encargados de recoger todas aquellas formas y significaciones que producen los géneros no normativos para darles un espacio, un porqué y un significado. Pero son espacios en los que los mismos mecanismos que les dan sentido pueden hacer confusa la distinción entre aquello que separa la participación de la asimilación, cuestiones determinantes a la hora de construir una identidad propia. Las formas socializadoras que operan en los procesos de reconocimiento, especialmente en sus vertientes ideológicas, pueden neutralizar la autonomía del sujeto e inducir al sometimiento de las normas sociales del grupo o colectivo, asimilando al individuo9. De esta manera, si aceptas las formas sociales y te adecúas a ellas el grupo te reconoce, pero si no es así, podrías ser privado de reconocimiento y apoyo colectivo en tu trayecto hacia el género sentido.



En este punto se hace necesario hacer una distinción de los diferentes espacios de socialización en función del objetivo.



En los espacios asociativos (asociaciones, grupos de encuentro, foros,…) la resolución de conflictos producidos por la cotidianidad de la nueva vivencia de género funciona principalmente como mecanismo de socialización. Estos espacios asociativos tienen objetivos diferentes en función del momento vital en el que se ocupan pero principalmente son contextos de construcción de la subjetividad trans por lo que resultan especialmente importantes en los inicios de transición en los que se produce un desplazamiento o alejamiento del género asignado, es decir, el periodo en el que te alejas de la seguridad de todo aquello que resulta familiar y comienzan a suceder situaciones extraordinarias que requieren referentes de apoyo.



La socialización trans en estos espacios opera en base a un aprendizaje de recursos que posibilita la construcción de una narrativa biográfica que pueda sostener lo que en el colectivo se determina como “un verdadero trans”. Yo aprendo en estos espacios a través de la información que me llega de los demás integrantes, cómo debo comportarme, cómo debo actuar, cómo debo sentirme, cuál es el lenguaje que tengo que utilizar para nombrarme y expresar mis emociones, etc… esa internalización del discurso ajeno hace que el grupo legitime la identidad trans* como “verdadera”.



El objetivo de las asociaciones trans tiene diversas intenciones pero principalmente hay tres que suceden de forma paralela, informar, acompañar y visibilizar (esta última con la intención de normalizar las circunstancias y emociones, posibilitar la producción de formas de reconocibilidad y ser reconocido en la propia cultura). Estos objetivos se establecen a través del apoyo emocional a personas trans* y familiares y se estructuran bajo roles de participación de las personas que componen el espacio.



La información que se suele proporcionar gira en torno a varios aspectos relacionados con la corporeidad, la identidad y la resolución de conflictos administrativos, de salud, familiares o laborales, y resultan muy significativos en cuanto a intención. Por un lado, se ocupa de transmitir y dar a conocer un lenguaje que te posicione en la manera adecuada de hablar sobre lo trans*. Si yo digo que nací chica pero ahora soy chico, en seguida me interpelan para decirme que no puedo explicarlo así, porque yo siempre fui un chico y eso es lo que debo sentir, creer y dar a entender, es decir, algo biológico sobre lo que nadie tiene ninguna responsabilidad y sobre todo, nunca electivo. A las personas que hablan de “cuerpos equivocados” para describir la relación emocional que tienen con su cuerpo se les corrige porque no es políticamente correcto expresarlo de esa forma en el momento histórico en el que estamos. Existe un lenguaje actual de género que contiene palabras y expresiones tabú que no son políticamente correctas para el colectivo. La percepción de uno mismo viene condicionada por este lenguaje.



Se proporciona también información referente a la habitabilidad de lo cotidiano y sus dificultades (temas administrativos como cambio de DNI, vestuarios y lavabos, aeropuertos, bancos, institutos y escuelas, etc); se trabaja la relación con el cuerpo en cuanto a la centralización que representa la corporeidad en las vidas trans* y las transformaciones que sufre, como por ejemplo el poder ir feminizando o masculinizando la apariencia, o en caso de las personas no binarias, el poder ir alejándose de ambas formas mezclándolas entre sí, posee un significado muy importante en la reafirmación de la identidad y en el status que se adquiere dentro de la cultura trans; se realizan talleres sobre sexualidad y relaciones de pareja; se informa también sobre respuestas psicofísicas a los tratamientos hormonales, operaciones, etc… que se traducen en emociones reflejo que marcan lo esperado (si no te pasa lo que le pasa al resto, sino deseas lo que los demás desean se te cuestiona como persona trans y por tanto se cuestiona tu identidad sentida); se resuelven dudas y miedos respecto a las operaciones, cirujanes, técnicas, etc.



En todos estos espacios se afirma que el objetivo no es convencer a nadie de nada y que además no influyen en absoluto en las decisiones personales que se toman, pero la información que se proporciona lleva inherente unas maneras concretas de ser y entender lo trans* y una inclinación ideológica respecto a las cuestiones y las creencias de los que informan. Según Michel Foucault, este tipo de acciones colectivas tienen un efecto socializador en el momento en el que la persona las asimila como parte de su experiencia creando una narrativa propia que da sentido a los acontecimientos y a su papel dentro de él. Las ficciones resignificadas socialmente crean valores, normas, prácticas, funciones, roles, etc, a partir de las cuales se crean identidades, por lo que es muy significativa la influencia que ejercen los informadores en las conductas, decisiones y creencias de las personas que acuden a estos espacios.



Internet y las Redes sociales:



Otro escenario que opera como medio de socialización de enorme importancia en el colectivo trans es el espacio virtual que proporcionan las nuevas tecnologías. Internet es especialmente importante para personas trans* que se encuentran aisladas, ya sea por motivos psicológicos o geográficos, que carecen de otras conexiones, grupos de iguales y/o referentes próximos, reduciendo la soledad, el vacío, las dudas y la incertidumbre que viven muchas personas del colectivo. Representa también un recurso muy positivo en la administración de nuevos servicios de atención a la salud de las personas trans* que operan a través de modelos centrados en la autodeterminación de las personas, como el servicio “Trànsit”10 en Cataluña, en los que se utiliza el email como un recurso adicional para resolver dudas y cuestiones cotidianas relacionadas con la salud de los usuarios. Esta herramienta permite desaturar el espacio físico ubicado en la atención primaria y agilizar las entradas de personas que desean iniciar una transición.



En cuanto a las redes sociales, configuran un medio que refuerzan y transforman los modos de socialización ya existentes donde se reproducen las formas pero también se cuestionan, se deconstruyen y se resignifican. A pesar de la cotidianeidad e intensidad participativa de estas formas sociales, no se producen con la misma profundidad que en las relaciones cara a cara como podrían ser las que se crean en espacios físicos asociativos o grupos de encuentro, pero aun así, configuran espacios especialmente relevantes en los que transcurren discursos y prácticas que generan y forman parte de la propia cultura trans*. A través de las páginas y perfiles personales se autoedita la identidad de género individual y colectiva y se presenta socialmente mediante el uso testimonial de las fotografías y narrativas biográficas que fluyen en los perfiles. Es estratégica y llamativa la utilización de imágenes como maneras de expresar la propia manifestación del género ya sea a través de una imagen de perfil anónima o real que sumada a la exposición de otras imágenes narrativas en la línea temporal de la página personal, actúan como emisores de nuevas subjetividades con expresiones y corporalidades resignificadas. Una práctica muy repetida en espacios como “youtube” es la proliferación de videos transicionales a modo de narrativas autobiográficas que muestran los cambios personales conseguidos mediante tratamientos hormonales y/o quirúrgicos. Estas prácticas suelen resaltar dos vías paralelas, por un lado, conforman discursos y certifican formas que se convierten en referentes de otras personas trans*, y por otro, dan testimonio acerca de las violencias y dificultades sociales, laborales y familiares que sufren las realidades trans*. 



Estas imágenes y narrativas propias que se generan en los perfiles personales sumadas a la participación activa individual o grupal, evidencian tensiones intra y extra comunitarias que desembocan en intensas y acaloradas discusiones sobre la forma de entender y construir las identidades, los procesos y las expresiones de género, y especialmente, las formas de hablar y hacer referencia a cuestiones trans*. Son contextos en los que se entremezclan las nociones de lo público y lo privado que junto con una acción divulgativa y pedagógica extienden significativamente la expresión de “lo personal es político” a espacios mucho más allá de las propias redes sociales. Punto reflexivo que sugiere unas maneras concretas en las formas en las que se construyen los discursos que hablan sobre lo trans*, y cuáles son las pautas bajo las que se establece qué voces son las autorizadas para hablar de derechos, formas de expresión, categorías identitarias y otras cuestiones relacionadas con el tema. Estos debates que surgen de las diferentes maneras de entender, vivir y expresar las identidades trans* invitan a la reflexión en la forma en la que se norman los discursos, a la vez que permiten entender bajo qué criterios se inventan las nuevas simbologías de estas identidades, qué sentido tienen sus acciones y qué repercusiones tendrán en la manera social de vivir el género más allá del propio colectivo.



Facebook, es una de las redes predilectas de la comunidad trans* especialmente por su utilidad específica para difundir eventos y otras actividades intracomunitarias. Es un espacio que facilita la interacción y ayuda mutua entre los miembros del colectivo en los que se comparten experiencias y se transmiten soluciones en cuanto a dificultades administrativas y legales, familiares, educativas, así como grupos de apoyo emocional. También son habituales las páginas creadas para resolver dudas y dificultades en torno a ropa con tallas y accesorios que son especialmente difíciles de encontrar o que tienen un coste excesivo por su procedencia como pueden ser muchos de los productos fabricados exclusivamente para personas trans* (prótesis genitales, senos de silicona, fajas compresoras “binders”, etc). También existen grupos de información relacionados con cirugías de modificación corporal, dudas sobre tratamientos hormonales y sintomatología, consejos, opiniones y otros temas de salud relacionadas con la cuestión.



Las identidades trans* surgen de un complejo proceso evolutivo de cuestionamiento y comprensión profunda respecto al género, por ello, estos espacios en los que se prioriza la imagen y el vídeo frente al concepto y el argumento, sintetizando y descontextualizando ideas, complican enormemente la comprensión y el sentido de las mismas. De hecho, las pocas posibilidades que proporcionan las redes sociales a la hora de analizar y comprender la información que circula por sus canales sistematiza comportamientos de reproducción de todas aquellas formas y corporalidades reconocidas y validadas a golpe de “likes” por el posicionamiento personal de la mayoría, lo que se ve agravado por la difusión generalizada de una ideología de género binario que promociona la norma y castiga la diversidad, dejando poco espacio a la comprensión de otras formas y al análisis crítico de cierta profundidad.



A estos efectos y en relación con sus consecuencias es evidente que Facebook, twitter, Instagram, youtube, etc, son espacios normados y controlados que impactan extraordinariamente en la configuración de las identidades trans*. Por ello es necesario tener en cuenta que estos dispositivos sociales funcionan como espacios de producción de sentido y significación en los que se generan y perpetúan códigos normativos que vienen marcados por el mercado de consumo, un mercado con ciertas tendencias a asfixiar la creatividad de la diferencia en cuanto a la categoría binaria de género que tanto beneficia a su sistema de organización. En este sentido, estas vías emiten información visual en forma de cuerpos que han sido normados, editados y legitimados previamente; porque no cualquier cuerpo ni de cualquier manera, sino cuerpos normativos, procesados, producidos, publicitados, exhibibles y ante todo consumibles, que neutralizan la inclusión de otros cuerpos alternativos y diferentes consolidándolos al fracaso y desorden social. No es solo la evidente promoción de la norma impulsada mediante códigos lingüísticos y visuales que suceden en estos espacios creados para el consumo, sino los procesos, estrategias y mecanismos que se utilizan en los modos de certificar socialmente lo que es o no reconocible y por tanto legítimo.





Violencia y comunidad.

Cuando hablamos de subjetividad trans* es necesario prestar especial atención a la violencia que este colectivo sufre desde siempre y que está implícito en el orden histórico-social que condiciona la construcción de su subjetividad. De qué manera las personas trans* interiorizan y asimilan esta condición de violencia, tanto a modo individual como en forma de herencia colectiva, que impregna sus identidades no normativas y cómo afecta en sus vidas y en la manera de relacionarse.



La violencia recibida por las personas trans* es extraordinariamente alta también en redes sociales. Existen varias formas de violencia destinadas al colectivo. Por un lado, se ejerce violencia directa, especialmente hacia mujeres trans* por parte de hombres cis, a través de mensajes privados en forma de sugerencias, invitaciones y preguntas invasivas con una enorme intención sexual que atenta contra la dignidad de las personas a las que va dirigidas y que suelen acabar en insultos y amenazas cuando no son respondidas por el emisor; por otro lado, ataques y acoso grupal hacia personas trans* con la intención de denigrarlas, cosificarlas, censurarlas, ridiculizarlas y/o desacreditarlas; comentarios transfóbicos, discursos de odio, campañas de desprestigio, no reconocimiento del género sentido, patologización y un largo etc. Este tipo de socialización queda gravada en el proceso de subjetivación a través de la resignificación de la violencia recibida o presenciada, e integrada en su experiencia como persona trans* para poder darle un sentido y un lugar. Proceso que implica desarrollar estrategias y recursos a partir de la experiencia frente a los acontecimientos violentos, que ayuden a sobrellevar estas situaciones inherentes a su contexto y así evitar o reducir el maltrato, los insultos, las vejaciones, etc. Y es aquí donde tiene especial significación la pertenencia a grupos en redes sociales a través de los que aprender a protegerse, argumentar y responder.


Esta socialización de la violencia se hace evidente en una de las principales actividades desarrolladas en redes sociales por una gran parte del colectivo en relación con personas del grupo de iguales y/o grupos ajenos a él: su implicación en los debates que giran en torno a la cuestión trans*, debates especialmente violentos en los que las personas trans* reciben y emiten violencia.



En cuanto a los espacios que generan cultura trans.



Suelen ser espacios artísticos y festivos como vermuts, cabarets, grupos de teatro, talleres, etc… que representan escenarios resignificados, es decir, espacios que toman diferentes significados al comúnmente asignado y que además, cumplen una función esencial y determinante en la construcción de la identidad. Son espacios que ayudan a estas identidades a definirse y desplegarse al constituirse libres de prejuicios y discriminación. Espacios de seguridad que permiten desplegar una completa actuación del yo en su manera identitaria más sentida, ponerla a prueba y reafirmarse. Estos espacios están también muy reglados en cuanto a un discurso concreto sobre la forma ideológica de pensarse, pero no es tan evidente y suelen ser espacios mucho más permisivos y respetuosos con las diferencias al estar estrechamente relacionados con la expresión artística.



Todos estos espacios adquieren gran importancia en el empoderamiento de la condición trans, empoderamiento que favorece el desarrollo y la salud física y mental al liberarlas de la imposición social de perpetuar expresiones y formas que estrangulan su diversidad. Generar cultura trans desde las propias personas trans* es clave para el empoderamiento y la dignidad de estas identidades así como para hacer vivibles las vidas de toda una comunidad.



Otros espacios de socialización especialmente marcados y vinculados con el colectivo de personas trans desde los inicios de su historia son los espacios relacionados con la salud.



La socialización en estos espacios sigue las mismas pautas educativas que en cualquier espacio de socialización trans, pero en este espacio concreto están especialmente regladas y controladas por los propios profesionales que se encargan de producir éxitos que reafirmen su marco médico de referencia a través de una taxonomía de síntomas, criterios de diagnóstico, evaluación, tratamientos eficaces, etc…



Las unidades de género marcadas por la comprensión esencialista de la cuestión trans*, se convirtieron en el espacio desde donde se generan las narrativas trans* autobiográficas y donde se determina la relación con el cuerpo y la sexualidad trans*, que debe responder a las expectativas médicas para poder acceder a los tratamientos. Las expectativas clínicas que niegan la sexualidad de las personas trans*, excluyen por completo las múltiples formas en las que las personas trans* experimentan y viven sus cuerpos, formas que, por otro lado, permiten entender cuáles son los ensamblajes que relacionan las prácticas sexuales resignificadas con las diferentes maneras de ficcionar y expresar la masculinidad y feminidad de las personas trans*. Estas expectativas de los profesionales de salud eliminaron de sus discursos las diferentes experiencias vitales que estaban potencialmente presentes en el colectivo. Toda aquella diversidad que se escapaba al diagnóstico quedaba automáticamente eliminada. De esta forma las diferencias en su diversidad, tan presente en este colectivo, se homogeneizaron para optimizar y establecer unas bases diagnósticas que proporcionaran garantía, respaldo y tranquilidad a los profesionales.



La (no)sexualidad de las personas trans* y el rechazo al cuerpo, exigido en las narrativas para poder acceder a los tratamientos y a los documentos oficiales de cambio de nombre y género; la manera de generar discursos “apropiados” que parten de la idea del cuerpo equivocado y que inciden hasta el día de hoy en las profundas creencias y las narrativas de las personas trans*, han sido asimiladas por varias generaciones de personas trans* para favorecer el acceso a los tratamientos médicos a través de la construcción de su “verdadero yo transexual”.



Según Sandy Stone, este tipo de referente narrativo hace referencia al “área gris” de la sexualidad trans* y sugiere desaparecer como personas trans* para confundirse con la población común, partiendo de una ficción para crear una historia creíble porque lo que en realidad está en juego es el reconocimiento y la aceptación social. De esta forma la experiencia genuina y las narrativas auténticas se sustituyen por una historia que sirve de apoyo a unas estructuras que mantienen un sistema que tantos problemas tiene para asimilar la diferencia como algo social y despatologizado. Deshacerse de esa herencia permite por un lado, entender cómo se construye la conexión género/sexo y por otro, cómo estos conceptos se mantienen relacionados en cuanto a la simbolización y a sus prácticas narrativas, haciendo comprensible las realidades de las vidas trans* y lo inadecuado del diagnóstico clínico en referencia a la identidad.



En cuanto a la socialización a través del activismo, los argumentos y los discursos.



Siguiendo la idea de Butler de Cuerpo y Performatividad, los cuerpos trans* son cuerpos en los que impactan continuamente discursos, deseos y acciones que a su vez configuran nuestras identidades.



La diferencia entre el asociacionismo y el activismo es que este último genera la asimilación de una narrativa ideológica a la que se debe ser fiel y que, en muchas ocasiones resulta difícil de sostener al perder de vista la realidad transversal y la individualidad de las vidas transgénero.



El activismo trans*, en gran medida producto del academicismo y las narrativas cis coloniales respecto a las vidas trans*, generan discursos que hablan de la disociación entre sexo biológico y género pero la presión social que se ejerce desde fuera para mantener fijas e inteligibles las categorías de género binarias hacen que las personas trans*, aun ante la firme creencia de que el género es un constructo social que nada tiene que ver con el sexo biológico, intenten adecuar su sexo a su identidad de género a través de tratamientos hormonales, operaciones, etc.



El activismo condiciona en contenido y forma y se refleja profundamente en la calidad de vida de muchas personas trans* cuando no son capaces de trascender su significado. Aprender a separar el discurso activista de la realidad de las vidas trans* situadas en un espacio/tiempo concreto y no tomarlo en sentido literal es esencial para poder construir una identidad propia y sostenible en contextos determinados. Finalmente, la transgresión debe ser transgredida y cuestionada si se reduce exclusivamente a un pensamiento mágico o un discurso distanciado de la realidad y entender sobre todo que tener un cuerpo es mucho más que ser un cuerpo.



Con todo esto no pretendo cuestionar si el activismo es o no necesario (doy por hecho que lo es como pensamiento crítico) sino que quiero reflexionar sobre cómo esos argumentos en estos espacios de socialización comprometen la vida de las personas trans* y cuáles son sus repercusiones, tanto positivas como negativas. Creo también necesario que estos activismos atiendan a aquellas personas que no responden a sus estándares políticos y reflexionar sobre aquellas políticas activistas que no atienden las necesidades de personas trans* que no participan de sus políticas. Cuando el activismo participa de las instituciones y las políticas públicas, debe tener en cuenta que una decisión tomada por unos pocos afecta gravemente a la calidad de vida de toda una comunidad, participativa o no, de personas con necesidades y contextos muy diversos.



CONCLUSIÓN:



Entre todo este panorama trans emergen diferentes discursos que generan múltiples maneras de pensarse. Espacios de socialización en los que predomina el discurso queer, espacios en los que se reivindica el derecho a verse representado en el género opuesto al asignado, espacios no binarios, espacios tradicionales que mantienen una visión binaria de la identidad, entre otros, compiten por proclamar la auténtica “verdad” en contenido y forma sobre la cuestión trans. Pero las múltiples transversalidades que la atraviesan, así como los diferentes momentos y grados de estabilidad o cambio en los procesos a menudo variables, determinados por los diferentes momentos vitales y la fluidez inherente a estas identidades, sugieren otras direcciones y muchas formas de ser y vivirlo. Formas que deben surgir y hacerse posibles desde el respeto y la apertura a la diversidad y que garanticen la existencia y la convivencia de estas diferencias.



Actualmente existen vías para ir más allá del binarismo, subvertir el orden heteronormativo y pensar el cuerpo desde otros lugares alternativos, pero también hay una gran cantidad de personas trans* que tienen que sobrevivir en contextos especialmente normativos que les expone inevitablemente a una cotidianidad con altos índices de transfobia. Por tanto, con el fin de salvaguardar la diversidad de estas identidades como uno de sus valores más amplios, me parece interesante pensar espacios de socialización en los que la coexistencia de multiplicidad de identidades, seres y sentires sean posibles en todas sus formas, teniendo absoluta libertad para desarrollarse con el fin de poder desplegar todo su potencial creativo. Y hacerlo, favoreciendo la resolución y la respuesta de las necesidades no solo colectivas sino también individuales respecto al contexto y situación de cada persona. Espacios que posibiliten la experimentación y el despliegue a través de decisiones personales, que fomenten el conocimiento de une misme y el respeto hacia las diferencias, y posibiliten el surgimiento, la existencia y la convivencia de una pluralidad de vivencias individuales y colectivas.



La cuestión de la deriva en estas formas de socialización coercitivas o mediante hojas de ruta que legitiman o no la autenticidad trans* de la identidad, ya sea en sus discursos tradicionales como en sus formas más queer, corre el riesgo de sustituir un orden normativo por otro que, desde la orilla opuesta, perpetúe la exclusión de todo lo que no reconoce y que más que romper con el discurso de género dominante lo reafirme generando nuevas formas de vigilancia, control y castigo.



Mantener este carácter de apertura a la diversidad de formas de entender la cuestión, especialmente en aquellos espacios dirigidos a lograr avances en materia de derechos, ya sea legales, sociales, educativos y sanitarios, amplia el abanico de posibilidades en las formas de ser, hacer y sentir el hecho trans*. Espacios abiertos y habitados por la diversidad que no deben estar condicionados exclusivamente por perspectivas teóricas y siempre sin perder de vista valores que son producto de la evolución y la lucha del colectivo hacia la despatologización, autonomía y autodeterminación de las personas trans*.









Notas:

*Trans representa cualquier movimiento identitario que se realice desde el género impuesto hacia el género sentido cuando hay discordancia. El asterisco representa comunidad, diversidad e inclusión de todas las identidades de género en sus formas no normativas, ya sean binarias o no binarias. Por tanto, el asterisco añadido a la palabra trans cuando se refiere a personas y/o identidades está relacionado con la idea de multiplicidad en las formas de ser, sentir y vivir la cuestión.  



1-Chimamanda Ngozi Adichie. Conversación con Chimamanda Ngozi Adichie. La escritora nigeriana habla con Anna Guitart. Disponible en http://www.cccb.org/es/multimedia/videos/conversacion-con-chimamanda-ngozi-adichie/227624



2-Abreviatura de “cisgénero”. Término que hace referencia a aquellas personas cuyo género coincide con el asignado en el momento de nacimiento.



3- Karo Moret. Historiadora afrodescendiente. Investiga la herencia africana y sus diásporas en el Caribe. Su objetivo es evaluar la influencia de la cultura africana en el conocimiento occidental.

http://www.cccb.org/es/multimedia/videos/karo-moret-aula-oberta-19/229137



4- Masha Gessen. Periodista, escritora y activista lgtbi rusoamericana.




5-En este artículo el autor utiliza lenguaje inclusivo por lo que utiliza la forma neutra “todes” como el plural de “todos+todas”.



6-Según Castoriadis (2007) la subjetividad es el proceso a través del cual el sujeto se modela a sí mismo mediante un proceso en el que operan dos órdenes: el histórico-social y el de la psique. El orden histórico-social es un condicionante de existencia pero también su mente genera nuevas significaciones en cuanto a representaciones, afectos y deseos que sumadas a las significaciones sociales crean la realidad que da a sí mismo para encontrar lugar y reconocimiento. Imaginario, identidad y socialización pues, forman la subjetividad entendida como producción de sentido que las personas dan a sí mismas para estar en el mundo, establecer relaciones y crear certezas que las incluyan a través de experiencias propias, dándoles acceso al reconocimiento social.



Según Michel Foucault, este proceso de subjetividad funciona a través de “dispositivos socializantes” (conjunto de discursos, prácticas, instituciones, normas, decisiones, condiciones administrativas, propuestas filosóficas y morales, enunciados científicos, etc) articulados por modos de funcionamiento, vinculación y poder, que forman sujetos capaces de regular sus prácticas y experiencias. Y todo esto teniendo en cuenta un objetivo, sistematizar la racionalización, transmisión, reproducción y transformación de su normatividad cultural.



Según Judith Butler, el sujeto entra a formar parte del espacio social cuando representa aquellas normas socialmente reconocibles que en base a su repetición cotidiana construyen su propia identidad. Esas normas, en forma de categorías, discursos y prácticas, garantizan al sujeto una existencia social reconocible y sostenible. El reconocimiento, no obstante, es un proceso vinculado a la supeditación en cuanto al mecanismo de reproducción del orden social del que forma parte el sujeto y se hace evidente en el sometimiento a las imposiciones sociales requeridas para poder ser aceptado.



7- Concepto que Butler desarrolla y que acontece previo al “reconocimiento”. La “reconocibilidad” está relacionada con la capacidad que tienen las personas para hacer que su identidad sea leída y entendida correctamente. Esto a su vez posibilita el “reconocimiento” que ocupa un lugar fundamental en el proceso de subjetivización y construcción de la identidad, pues a través de éste, el sujeto encuentra la posibilidad de establecer una relación positiva consigo mismo y con su entorno sabiéndose respetado por él.

Autores como Honnet (Art. El reconocimiento como ideología, 2006), Fraser, Althusser (2008), Femenies (2007 y 2008), Benhabib (2006), entre otros pensadores, desarrollan también argumentos que giran en torno a estos conceptos.



8-Uigs es la abreviatura de “Unidad de Identidad de Género”. Son unidades para la atención a la salud de personas trans ubicadas en espacios hospitalarios que funcionan bajo un modelo biomédico de la cuestión trans, sostenidos por el diagnóstico y la evaluación psiquiátrica para determinar la “autenticidad” de las identidades.
Anteriormente llamadas “Unidad de Trastorno de Identidad de Género”, quitaron la "T" de "trastorno" por una cuestión de adecuación/actualización política y por la presión de diferentes grupos activistas, pero a día de hoy, siguen manteniendo las mismas prácticas patologizadoras que se implementaron en sus protocolos al inicio de su existencia. Prácticas que anulan la autonomía del sujeto y la autodeterminación sobre su propio cuerpo. 



9-Louis Althusser. “Ideología y aparatos ideológicos del Estado” (2008).

10-Trànsit (servicio del Institut Català de la Salut). Es el Servicio de Promoción de la Salud para Personas Trans que funciona en Cataluña desde 2013 y que ha venido a sustituir a la antigua Uig. Trabaja bajo un modelo biopsicosocial y despatologizador que prioriza la autodeterminación y la autonomía de las personas trans a través del acompañamiento y el consentimiento informado. E-mail: transit.bcn.ics@gencat.cat



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