sábado, 15 de diciembre de 2012

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15-12-12. Primer día de hormonación.
(Hay un sonido de alerta en mi cabeza hoy, a modo de banda sónora de la película “Apocalypse Now”, que me recuerda: mantente marica.)
Una Transexualidad dentro de las Transexualidades, en plural.
>La primera pregunta que me hicieron al entrar en la unidad de identidad de género fue: "¿Porqué tan tarde, Nac?".
Cuando los únicos referentes de masculinidad que te rodean de niño no son válidos, no sabes muy bien hacia donde tirar. Te sientes chico pero no te convencen las formas de masculinidad y las normas que te rodean. Así que me convertí en un niño marica y pirata huyendo de aquellas masculinidades enlatadas, teniendo claro solamente, lo que no quería ser.
Ser un niño marica es complicado y muchas veces doloroso, sobre todo si tienes tendencias activistas y pretendes convencer a los demás chicos de que eso, es lo más inteligente. Marica quiere decir ser como realmente eres, con toda tu sensibilidad, tus miedos, tu feminidad, tus dudas y tus necesidades sean las que sean. Aprendes a ver la educación patriarcal desde la observación y la no participación, pero alternas métodos de guerrilla y alguna que otra escaramuza. Entre los 7 y los 9 años, mi mejor amigo se llamaba Álvaro, a veces jugábamos con coches y otras con muñecas. Era un secreto entre los dos, y a los dos nos gustaba. Un día (o quizá más de un día) alguien nos pegó y ahí acabó todo. Fue una mirada entre los dos y de común acuerdo: corre y que se salve quien pueda. No se salvó nadie. Fue la última vez que corrí por culpa de mi género, por desgracia. La valentía patriarcal es estúpida.
Creces y te desarrollas estableciendo sistemas de construcción que giran en torno a acción-consecuencia-corrección-reacción-emoción y una larga cadena. No dependiente de la aprobación externa si no de un sentimiento de satisfacción propia de la que te alimentas. De lo único que te alimentas. “A los demás no les convence pero yo me siento mejor”. Cuando caminas solo, es uno de los mejores métodos para subsistir, para poder autogestionarte sin cagarla demasiado. Si no te responsabilizas tú de tu propia educación te convertirán en aquello que no quieres ser, y llegarás a ser un adulto absolutamente despreciable a tus ojos. No puedes convertirte en aquello que aborreces. Así no se puede ser feliz. Eso lo sabes.
Cuando cumplí 10 años lloré, lloré un montón. Tener dos números significaba convertirte en adulto ante mis ojos de niño, y yo odiaba ese mundo. Un mundo de hombres y mujeres, un mundo frágil y oscuro en el que nadie se sentía bien. Era como un jardín de flores pisoteadas, que fueron hermosas y ya no lo eran, porque todo lo que era bello se destruía sistemáticamente. Infantil y simple. Un mundo de adultos en el que la ausencia de autenticidad, coherencia y armonía, lo convertían en algo sospechoso, despreciable y muy poco de fiar. Y aunque yo ya tenía una metodología propia muy adecuada para la construcción de mi adulto, no fui consciente de los recursos que había creado hasta bien entrados los 20. Aun hoy me cuesta comportarme como un adulto, pero he aprendido coherencia, practicidad, honestidad y otras cosas que funcionan muy bien.  
Creas además, un código propio y una escala de valores absolutamente fiel a ti mismo pero adúltera ante la necesidad y el juicio de los demás. Hoy soy fiel a esto pero mañana deberé flexibilizarlo en función de los cambios que se producen en mí y en todo lo externo a mí. Es un continuo de infidelidad para proteger y mantener una coherencia de base. Lo que ayer ha servido, mañana no funcionará igual llegando incluso a volverse contra ti mismo. No es conveniente mantener una promesa que te has hecho a ti mismo durante demasiado tiempo, eso lo intuí desde muy pequeño. Salir dando un portazo de casa mientras gritas jurando “no volveré nunca más” en pleno invierno, es algo poco sostenible con hambre, frío y doce años. O como gritar “yo nunca seré un hombre” tampoco tiene mucho sentido para los que te rodean e incluso les hace visiblemente felices, partimos de interiorizaciones muy diferentes por supuesto. “Claro que no cariño, no tienes que ser un hombre: eres una mujer!”. Es entonces cuando entras en barrena tirado en el suelo gritando y pataleando lo más fuerte que puedes. Tu rabia te convierte en loco ante los demás. Pero mi visión de futuro fue horrible, si ellos la hubieran visto como yo, hubieran hecho lo mismo. “Apocalypse Now”. Es difícil de entender mi relación con/y lo que me marcó esta película. Junto a “Platoon” fueron obsesivas en mi vida hasta pasada la adolescencia. En cuanto hice la conexión con lo que me rodeaba fue como la imagen más desnuda y cruda de la vida. Demasiado fuerte, no es comida para niños. Yo quería construir algo diferente a esas masculinidades “tan guays” pero no sabía muy bien cómo.
Hoy, todo sigue siendo igual de complicado en el momento de posicionar tu masculinidad fuera de la ley, pero ahora tengo recursos, sentido del humor, autocrítica medida, mucha experiencia y la capacidad para reconstruirme cada vez que el resultado no me hace sentir cómodo.
Si una chica me cede el paso lo agradezco y entro primero, si lo hace un chico, lo empujo verbalmente delante de mí. Todo es cuestión de lenguaje. El lenguaje de la masculinidad más tradicional y arraigado, un lenguaje de payasos sin gracia, de teatro malo, un lenguaje aprendido y hablado con diferentes acentos. Un lenguaje rígido que nos hace caminar a todos en línea recta. La línea humana. Un lenguaje tradicional que nos denigra, nos fusila y nos castra. Los transexuales lo conocemos bien, tenemos un máster en masculinidad y nadie, nadie lo habla tan bien y con tanto acento como nosotros.
Renacemos en forma de "macho". En ocasiones adulterado y menos auténtico. Y no por el hecho de ser transexual, si no por adecuarnos a lo oficialmente anunciado y exigido, al hombre estereotipo de gimnasio, al macho alpha, al hombre superior, al controlador, al protector, al de la polla más dura... Rompemos y luchamos contra las imposiciones, lo revolucionamos todo en voz bien alta solo, para volver a las normas. ¿Tiene esto sentido? Nos partimos la cara desde pequeños con todo aquel que nos invita u obliga a ser lo que no somos, peleamos con puños y dientes para mantenernos lo más fiel a nosotros mismos, lloramos, pataleamos, sangramos, escupimos, rompemos, arañamos, mordemos para ser nosotros. Y acabamos siendo el hombre que nos dicen que tenemos que ser, olvidando el auténtico hombre que somos. No tiene sentido para mí. Por eso soy marica, ser marica protege mi alma, mi esencia. Es el guardián del hombre que soy, no de aquella masculinidad que debo imitar.
>De esta forma mi respuesta sin dar más explicaciones fue: “no es tarde. ahora es el momento, no antes.”  Te dicen: “¿dudas?”, respondes “sí, dudo”. Esas dudas giran en torno al contenido y a la forma, no a la esencia. He comprobado que esto es algo que resulta “sospechoso” y difícil de entender cuando tienes unos estereotipos de transexualidad muy marcados en tu mente que impiden ver otras maneras de ser y estar. Y sobre todo, cuando piensas que tienes la verdad absoluta en tus manos. Es la realidad de la unidad de [trastorno]* de identidad de género.
* Ahora la palabra trastorno se pone entre corchetes, pero sigue ahí. En mi historial cuando voy al endocrino, el mismo que le pasan a mi médico de cabecera/mi camello en los próximos 6 meses, pone que soy un “TIG”.
Por todo esto me construyo como un hombre con una masculinidad marica. Sin perder de vista dos cosas: mi contra-referente y una honestidad absoluta conmigo mismo.
http://www.youtube.com/watch?v=sOOE9JZj878

4 comentarios:

  1. Piel de gallina. Qué bien te explicas.

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  2. Cuanto me alegra haberte encontrada y que por fin sea feliz.
    En la distabcia siempre te he querido mucho.
    Recuerdo juegos y risas en la infancia,donde nada era todo.
    Un beso de tu prima

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  3. Celebro el reencuentro >:)espero verte pronto

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