15-12-12. Primer día de hormonación.
(Hay un sonido de alerta en mi cabeza hoy, a modo de banda
sónora de la película “Apocalypse Now”, que me recuerda: mantente marica.)
Una Transexualidad dentro de las Transexualidades, en
plural.
>La primera pregunta que me hicieron al entrar en la
unidad de identidad de género fue: "¿Porqué tan tarde, Nac?".
Cuando los únicos referentes de masculinidad que te rodean
de niño no son válidos, no sabes muy bien hacia donde tirar. Te sientes chico
pero no te convencen las formas de masculinidad y las normas que te rodean. Así
que me convertí en un niño marica y pirata huyendo de aquellas masculinidades
enlatadas, teniendo claro solamente, lo que no quería ser.
Ser un niño marica es complicado y muchas veces doloroso,
sobre todo si tienes tendencias activistas y pretendes convencer a los demás
chicos de que eso, es lo más inteligente. Marica quiere decir ser como
realmente eres, con toda tu sensibilidad, tus miedos, tu feminidad, tus dudas y
tus necesidades sean las que sean. Aprendes a ver la educación patriarcal desde
la observación y la no participación, pero alternas métodos de guerrilla y
alguna que otra escaramuza. Entre los 7 y los 9 años, mi mejor amigo se llamaba
Álvaro, a veces jugábamos con coches y otras con muñecas. Era un secreto entre
los dos, y a los dos nos gustaba. Un día (o quizá más de un día) alguien nos
pegó y ahí acabó todo. Fue una mirada entre los dos y de común acuerdo: corre y
que se salve quien pueda. No se salvó nadie. Fue la última vez que corrí por culpa
de mi género, por desgracia. La valentía patriarcal es estúpida.
Creces y te desarrollas estableciendo sistemas de
construcción que giran en torno a acción-consecuencia-corrección-reacción-emoción
y una larga cadena. No dependiente de la aprobación externa si no de un
sentimiento de satisfacción propia de la que te alimentas. De lo único que te
alimentas. “A los demás no les convence pero yo me siento mejor”. Cuando
caminas solo, es uno de los mejores métodos para subsistir, para poder
autogestionarte sin cagarla demasiado. Si no te responsabilizas tú de tu propia
educación te convertirán en aquello que no quieres ser, y llegarás a ser un
adulto absolutamente despreciable a tus ojos. No puedes convertirte en aquello
que aborreces. Así no se puede ser feliz. Eso lo sabes.
Cuando cumplí 10 años lloré, lloré un montón. Tener dos
números significaba convertirte en adulto ante mis ojos de niño, y yo odiaba
ese mundo. Un mundo de hombres y mujeres, un mundo frágil y oscuro en el que
nadie se sentía bien. Era como un jardín de flores pisoteadas, que fueron hermosas
y ya no lo eran, porque todo lo que era bello se destruía sistemáticamente. Infantil
y simple. Un mundo de adultos en el que la ausencia de autenticidad, coherencia
y armonía, lo convertían en algo sospechoso, despreciable y muy poco de fiar. Y
aunque yo ya tenía una metodología propia muy adecuada para la construcción de
mi adulto, no fui consciente de los recursos que había creado hasta bien
entrados los 20. Aun hoy me cuesta comportarme como un adulto, pero he
aprendido coherencia, practicidad, honestidad y otras cosas que funcionan muy
bien.
Creas además, un código propio y una escala de valores
absolutamente fiel a ti mismo pero adúltera ante la necesidad y el juicio de
los demás. Hoy soy fiel a esto pero mañana deberé flexibilizarlo en función de los
cambios que se producen en mí y en todo lo externo a mí. Es un continuo de
infidelidad para proteger y mantener una coherencia de base. Lo que ayer ha
servido, mañana no funcionará igual llegando incluso a volverse contra ti
mismo. No es conveniente mantener una promesa que te has hecho a ti mismo
durante demasiado tiempo, eso lo intuí desde muy pequeño. Salir dando un
portazo de casa mientras gritas jurando “no volveré nunca más” en pleno
invierno, es algo poco sostenible con hambre, frío y doce años. O como gritar
“yo nunca seré un hombre” tampoco tiene mucho sentido para los que te rodean e
incluso les hace visiblemente felices, partimos de interiorizaciones muy
diferentes por supuesto. “Claro que no cariño, no tienes que ser un hombre:
eres una mujer!”. Es entonces cuando entras en barrena tirado en el suelo
gritando y pataleando lo más fuerte que puedes. Tu rabia te convierte en loco
ante los demás. Pero mi visión de futuro fue horrible, si ellos la hubieran
visto como yo, hubieran hecho lo mismo. “Apocalypse Now”. Es difícil de
entender mi relación con/y lo que me marcó esta película. Junto a “Platoon”
fueron obsesivas en mi vida hasta pasada la adolescencia. En cuanto hice la
conexión con lo que me rodeaba fue como la imagen más desnuda y cruda de la
vida. Demasiado fuerte, no es comida para niños. Yo quería construir algo
diferente a esas masculinidades “tan guays” pero no sabía muy bien cómo.
Hoy, todo sigue siendo igual de complicado en el momento de
posicionar tu masculinidad fuera de la ley, pero ahora tengo recursos, sentido
del humor, autocrítica medida, mucha experiencia y la capacidad para
reconstruirme cada vez que el resultado no me hace sentir cómodo.
Si una chica me cede el paso lo agradezco y entro primero,
si lo hace un chico, lo empujo verbalmente delante de mí. Todo es cuestión de
lenguaje. El lenguaje de la masculinidad más tradicional y arraigado, un
lenguaje de payasos sin gracia, de teatro malo, un lenguaje aprendido y hablado
con diferentes acentos. Un lenguaje rígido que nos hace caminar a todos en
línea recta. La línea humana. Un lenguaje tradicional que nos denigra, nos
fusila y nos castra. Los transexuales lo conocemos bien, tenemos un máster en
masculinidad y nadie, nadie lo habla tan bien y con tanto acento como nosotros.
Renacemos en forma de "macho". En ocasiones adulterado y menos auténtico. Y
no por el hecho de ser transexual, si no por adecuarnos a lo oficialmente
anunciado y exigido, al hombre estereotipo de gimnasio, al macho alpha, al
hombre superior, al controlador, al protector, al de la polla más dura...
Rompemos y luchamos contra las imposiciones, lo revolucionamos todo en voz bien
alta solo, para volver a las normas. ¿Tiene esto sentido? Nos partimos la cara
desde pequeños con todo aquel que nos invita u obliga a ser lo que no somos,
peleamos con puños y dientes para mantenernos lo más fiel a nosotros mismos,
lloramos, pataleamos, sangramos, escupimos, rompemos, arañamos, mordemos para
ser nosotros. Y acabamos siendo el hombre que nos dicen que tenemos que ser,
olvidando el auténtico hombre que somos. No tiene sentido para mí. Por eso soy
marica, ser marica protege mi alma, mi esencia. Es el guardián del hombre que
soy, no de aquella masculinidad que debo imitar.
>De esta forma mi respuesta sin dar más explicaciones
fue: “no es tarde. ahora es el momento, no antes.” Te dicen: “¿dudas?”, respondes “sí, dudo”. Esas dudas giran
en torno al contenido y a la forma, no a la esencia. He comprobado que esto es
algo que resulta “sospechoso” y difícil de entender cuando tienes unos estereotipos
de transexualidad muy marcados en tu mente que impiden ver otras maneras de ser
y estar. Y sobre todo, cuando piensas que tienes la verdad absoluta en tus
manos. Es la realidad de la unidad de [trastorno]* de identidad de género.
* Ahora la palabra trastorno se pone entre corchetes, pero
sigue ahí. En mi historial cuando voy al endocrino, el mismo que le pasan a mi
médico de cabecera/mi camello en los próximos 6 meses, pone que soy un “TIG”.
Por todo esto me construyo como un hombre con una masculinidad
marica. Sin perder de vista dos cosas: mi contra-referente y una honestidad
absoluta conmigo mismo.
http://www.youtube.com/watch?v=sOOE9JZj878
Piel de gallina. Qué bien te explicas.
ResponderEliminarey gracias! >:)
ResponderEliminarAbrazo!
Cuanto me alegra haberte encontrada y que por fin sea feliz.
ResponderEliminarEn la distabcia siempre te he querido mucho.
Recuerdo juegos y risas en la infancia,donde nada era todo.
Un beso de tu prima
Celebro el reencuentro >:)espero verte pronto
ResponderEliminar